miércoles, 16 de enero de 2013

¿Hacemos algo? Cansado estoy de leer y escuchar, y no siempre por ese orden, cuánto daño está haciendo esta crisis económica. Es doloroso. Pero lo que me mata es escuchar y leer, y no siempre en ese orden, eufemismos para referirse a la realidad. Todos aquellos que tenemos algo que decir, aunque sea mal, lo debemos expresar como sale. Sin ambages. Echo de menos un lenguaje y lengua acorde a la situación que nos atañe. Echo de menos un "hostia puta la que se ha liado" (mientras te echas las manos a la cabeza) cuando hay un tiroteo en no sé que ciudad de Estados Unidos con una doble uve en su nombre, un "será zorra" (con cara de asco y rabia) cuando una señora con un traje maravilloso dice que no llega a fin de mes con un sueldo al mes que pagaría el coche de una vez (por todas), o un "la madre que te parió, a ti te mandaba a picar piedra" (con su correspondiente corte de mangas) cuando un desgobernante nos pide más esfuerzo ya que de lo contrario no podrá ir en un Audi A8 a una reunión donde fraguar su futura fortuna, personal, y cómo no, intransferible.
Creo que no iré a votar más. He entendido que la democracia no es votar. El estado del bienestar no es acceder a los servicios públicos que garanticen de tu bien y tu estar. Y España ya no es grande ni libre. Me pilla algo mayor ya, pero joder, me siento furioso por haberme creído tanta patraña y tanta mentira. Yo defendía "esto". Y ahora "esto" se ha olvidado de mí. Y lo que es peor, de los demás.
Es evidente el divorcio existente entre "esto" y nosotros. El "nosotros" es si tú estás de acuerdo. Y si no lo estás, que te den por culo. Sin acritud. Es por ello, que me gustaría crear un partido apolítico sin eufemismos. Por ejemplo... "Estamos hasta los cojones de tanta basura", o "A partir de ahora sois vosotros el instrumento y yo el que me beneficio, coño ya", o "Tremendos hijos de la gran puta, id en transporte público a vuestro curro". Ya sé. Lo he suavizado. No me gusta ser soez gratuitamente.
¿Y tú? ¿te apuntas?

martes, 19 de octubre de 2010

Guadalupe

Estamos raros. Llevamos así desde que nos hicieron la propuesta de Guadalupe. No será la mejor expresión del mundo, pero es la que se me ocurre. Son lentos los segundos uno tras otro. Vendrá...

lunes, 25 de enero de 2010

El paro me mueve

Hoy he ido al paro. No voluntariamente. Justo después de una entrevista de trabajo, en la cual me pedían que yo pusiera la cama. Me gusta dormir con Marta, y con nadie más.
Fui a la oficina que me toca por mi código postal. Ahora no recuerdo cuál. Me esperaba unas colas interminables. No vi colas. Sólo rabos. Todos al final de la espalda. Incluso oí algún rebuzno.
No sé si era la luz de los lánguidos fluorescentes o la penumbra de los grises funcionarios, pero el espectáculo era triste. Muy triste. "Tiene que estar inscrito en demanda de trabajo, y coja número en el botón A y B antes de que se acaben". Así hice. Unas gafas pegadas a una chica pizpireta me preguntaban si tenía moto. Estuve a punto de contestar que no... que llevaba el casco por si venían los antidisturbios, pero, para qué. La interrumpió una compañera, algo más mayor, ajada y con el surco perfectamente definido en el dedo índice del boli bic, que si bajaba a desayunar. "Después de antender a este señor". ¿Señor? Hija puta. Me despachó en 5 minutos. Yo estuve esperando 1 hora. Bajé a la zona de información. Me informaron. Una vez informado, me mandaron a otra zona. Para desinformarme, entendía. Así todo volvía a empezar. Pero no. Era para tramitar mi subsidio.
Me senté como en la visita al dentista. Contando con la lengua todos los dientes... por si era la última vez que los tocaba así. Un ADN cayó en mis manos. Usado. Mucho. Me aburrió rápido, y sin levantar la cabeza del periódico, empecé a escuchar el rumor de los otros rabos. Eran penosas y catastróficas historias que hacían la mía menos mala. Me alegré. No de las suyas. Me alegré de que la mía no fuera tan mala. La perspectiva se pierde cuando no tienes a alguien que te haga de horizonte. En el horizonte se veían a personitas vestidas con el mismo garbo que gozaba sus andares. Un caballero funcionario especialmente llamó mi atención. Dudo que en cuatro días se hubiera duchado. Incluso podría jurar que vi cómo su escaso pelo cortaba el aire. Literalmente. Como el limón a la leche. Después de inventarme las vidas de todos ellos (yo seguía con un horizonte de puta madre), finalmente en la pantalla apareció el 108. El mío. Me dirigí a una mesa donde un gnomo, amable como David, me arregló el paro. Ya sé cuánto cobraré y durante cuánto.
Cobraré justo lo que no merezco durante el tiempo que no espero.

Por cierto, hoy han contratado a no sé cuántas decenas más de expertos para nuestro gobierno.
Mi horizonte ya no es tan bueno.